lunes, 4 de agosto de 2008

Efecto Escher


Parte de lo que maravillan las obras de Escher, derivan de sus geometrías imposibles. Tal el caso de la energía que fluye y se transforma dentro de sistemas cerrados, asfixiantes que bien nos recuerda a los mundos de Kafka. El caminar en círculos subiendo y bajando escaleras, creyendo que de esa forma estamos en movimiento nos demuestra lo confundido que puede estar el individuo en su contexto.

Se suele ver a los dramaturgos buscar insistentemente formas sorprendentes, desparramar artilugios y rebalsar la hoja de palabras complicadas que tiendan a acrecentar el lado "culto", hasta cuando se llaman a sí mismos "populares". Al parecer, con el afán de resaltar más que su obra.

Sin embargo, todos los malabares que tientan los ojos a simple vista, con buena ténica, no logran conmover ni a los lectores ni al espectador cuando éstos textos son representados. Enceguecen a los distraidos y al autor por empezar. Lejos, habitan un mundo de hipocresía donde el autor suele refugiarse, por miedo a no enfrentarse consigo, con los fondos de su mar oscuro. Deciden, porque es más cómodo y se suele felicitar hoy en día, nadar y/o flotar en la superficie de las cosas. "Es un claro ejemplo del mundo en el que vivimos" -se escucha. "Acaso eso es lo que quiere representar". Siendo así, hay algo que aclarar.

El arte debe transformar, pues promueve la acción. La acción en el teatro es transformadora, tanto del autor como de la sociedad en la que se encuentra. Si su trabajo es mostrar lo que ocurre en la sociedad y lo hace tal cual, no lo está representando sino trasladando, en ningún momento ha ejercido la acción transformadora, simplemente está presentando un problema como bien lo puede hacer un reality, un noticiero. Eso también es la realidad. ¿Dónde radica la diferencia entonces?

El hecho de que un texto sea montado y pensado, coordinado y puesto en escena para un público denota que ese hecho es parte de la realidad. Hay una realidad dentro de una realidad. Eso posee un grado de trasformación en sí, pues toda obra que se monte sobre un espacio escénico va a ser transformador en sí, en menor o mayor medida, pero puede que peque de ignorancia o necedad. En ese sentido, lo que a simple vista se ve como fluidez del agua de la catarata que al bajar tiende a subir por su mismo canal, sólo se alimenta internamente, denotando que no posee otra fuente de alimentación y que esa agua se agota en sí misma tanto en sus funciones como en su materia.

Es el contenido de dicha obra el que termina por cuestionarse, pues se mantiene impávido ante la transformación y sólo es trasladado a escena. Bien puede permanecer si el autor logra criticarlo, cuestionarlo y proponer una vía alternativa de apertura para que esa agua fluya, o esa persona deje de caminar sin sentido en círculos. Si no es así, no hacemos más que colocar muros más altos, favoreciendo al hermetismo.

El autor en algún momento de su proceso de creación debe cuestionarse el por qué de su escritura, qué es lo que desea transmitir y transmitirse. Es el primer espectador, debe convencerse pero con la humildad de admitir sus errores. El error es positivo si genera cambios, constantemente nos alerta, pero muchos suelen no querer hacerle caso, y éste se mantiene rojo en lo profundo anunciando el peligro.

Observar la realidad a la cual pertenecemos y a la vez viajar hacia el interior, es el trabajo del autor y del artista. Atreverse a abrir la puerta, y no tener miedo con lo que podamos encontrar. Que no nos devore la rutina ni la comodidad de los caminos ya recorridos.


* "Escaleras arriba y escaleras abajo" Grabado. MC Escher (Países Bajos 1898 - Holanda 1972)

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