No podemos abrir los ojos y darnos cuenta que el fútbol es parte de nuestra cultura, y no por estar atado en las grandes esferas a los caprichos del poder, la economía y los medios, pierde las propiedades que lo conforman. Es un deporte y acaso el más popular del mundo, genera el despertar de pasiones y nos recuerda que aún tenemos algo de primitivos cuando nos une. En los barrios donde aún no pierde su esencia es el motor para atraer a los jóvenes y niños marginados, educarlos y alejarlos de las drogas. En lugar de marginarlo, deberíamos tomarlo como una herramienta de construcción de identidad, de comunicación y desarrollo de las personalidades.
Si el mito no tiene la culpa por lo que se haga con él en función del poder, y se mantiene inmune en su constitución intrínseca como señalaba Colombres. ¿Por qué culpar al fútbol de tal pesar? Es como si culpáramos al ajedrez de generar estrategias bélicas. Estamos ignorando la verdad de las cosas, sólo podemos apreciar lo superficial, y no vemos que si el poder lo utiliza es porque hay algo en él de rescatable, hay algo que motiva a millones de seres en toda la esfera. Muchos eruditos suelen decir: “el fútbol es el nuevo circo con el cual se diezma a las masas”, y nos olvidamos que el origen de esa frase, se debe a que las artes circenses fueron las utilizadas para saciar al pueblo romano.
Ayudaría mucho si se revieran temas como Cultura y Fútbol (hay mucha bibliografía al respecto). Hoy en día es tema de estudio para antropólogos, sociólogos, psicólogos, periodistas, historiadores, y que decir de la medicina deportiva. En su concepción es un juego grupal, y entender los juegos de una comunidad es entender la cultura de ésta.
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